Este artículo forma parte del Libro “La Empresa Familiar: Reflexiones entre un empresario y su hijo” escrito y vivido por Francisco (Quico) Blanes Monllor fundador de Crecer Talento. En él narra su experiencia vital como empresario de cuarta generación en su propia empresa familiar, como directivo posteriormente, en diversas empresas, y por último, como consultor y coach en la empresa que él mismo fundó y que es hoy Crecer Talento. Si quieres conocer y tener una fuente de aprendizaje e inspiración puedes conseguir el libro en este enlace.

El empresario y su disposición al aprendizaje

Eran las 19 horas y había finalizado el Seminario sobre Gestión Empresarial que había impartido en el Instituto Tecnológico del Juguete (AIJU) cuando se acercó uno de los alumnos, que a su vez era un joven empresario (Paco se llamaba), y que había sido uno de los que más interés había demostrado a lo largo de todo el seminario. La conversación que tuvimos estuvo centrada en la necesidad que tenían las empresas del sector juguetero de mejorar su funcionamiento organizacional, y la suya en particular. También hablamos de algunos aspectos del seminario que más le habían llamado la atención y me invitó a visitar sus instalaciones cuando me fuera posible, como así hice la semana siguiente.

El perfil del empresario “hecho a sí mismo”

Este empresario pertenecía a la generación de los «hechos a sí mismos». Su procedencia era de una familia modesta de origen catalán que arraigó en el interior de la provincia de Alicante persiguiendo un nuevo horizonte económico y de bienestar. Era una persona sin más formación que un «máster en la universidad de la calle», listo como él solo y con una gran capacidad de emprendimiento. Su pequeña empresa se encontraba ubicada en uno de los polígonos industriales de Onil y se dedicaba a la industria auxiliar del juguete.

El aprendizaje no solo nace de la dificultad

¿Por qué viene a mi memoria esta persona justo en este momento? En nuestra cultura está fuertemente arraigado el paradigma de que «la letra con sangre entra», entendiendo este refrán como que solamente se aprende cuando hay una vivencia dura que estremece tus fundamentos. Sin embargo, he podido constatar que esa creencia popular dista mucho de ser así: también hay enseñanzas basadas en experiencias altamente gratificantes, y esta es una de ellas.

La humildad como base del aprendizaje

¿Por qué representa este empresario esto que estoy diciendo? Básicamente porque su comportamiento sustenta una forma de ser que para el mundo empresarial podría y debería ser un referente, y existen multitud de factores que así lo constatan. Empezaremos con la capacidad de aprendizaje, que está sujeta a varios condicionamientos que la sustentan, el primero de ellos es la humildad.

La lección de Sócrates

En la Apología de Sócrates cuenta Platón una anécdota que refleja esto que quiero decir.

Un buen día Querefón, amigo desde la infancia de Sócrates y posteriormente discípulo de él, fue al oráculo de Apolo situado en Delfos y le preguntó si había en el mundo alguien más sabio que Sócrates, a lo cual le respondió que no, que nadie superaba a Sócrates en sabiduría.

Corriendo fue Querefón a decírselo a su buen amigo Sócrates. La actitud de este fue de escepticismo. «¿Qué quiere decir Apolo? ¿Qué sentido tienen esas palabras? Porque yo sé que en mí no existe semejante sabiduría», se dijo Sócrates.

Para saber la verdad, el filósofo acudió entonces a políticos, artistas, poetas y demás personas notables que tenían fama de ser los más sabios de la época. Al hablar con ellos constató que, aunque era cierto que destacaban en tal o cual habilidad, ninguno era verdaderamente sabio en el más amplio sentido de la palabra, aunque todos actuaban como si lo fueran. Y por eso el oráculo había determinado que Sócrates era el más sabio de todos, acuñándose la célebre frase «Solo sé que no se nada, y con ello, soy el más sabio de los hombres».
Sócrates quiso mostrar a esos personajes eminentes la ignorancia en la que vivían, pero esto no le valió más que para ganarse su enemistad y su odio. ¿Cómo un político podía seguir gobernando cuando alguien le había mostrado públicamente su ignorancia? Sócrates se convirtió en alguien incómodo para el sistema y para el orden social y eso precipitó su posterior condena a muerte.

No puede existir capacidad de aprendizaje si no existe la humildad suficiente como para admitir que algo no lo sabes y, por tanto, lo necesitas aprender y no por ello eres peor persona o profesional.

Así es Paco: lo que no sabe lo reconoce o lo pregunta sin ningún tipo de cortapisas: «¿Cómo quieres que lo aprenda si no soy capaz de reconocerlo y de preguntarlo?», me solía decir.

El valor del desaprendizaje

La siguiente característica tiene que ver con el desaprender. Tampoco se puede aprender si uno no se cuestiona que los axiomas o paradigmas en los que sustentamos nuestro proceder y nuestras actuaciones posiblemente no sean los correctos. «Si haces siempre lo mismo, siempre obtendrás los mismos resultados», moraleja: si quieres conseguir cosas distintas, haz cosas distintas. Y para eso no solo tienes que ser capaz de cuestionarte, sino atreverte a experimentar en lo desconocido.

Ejemplos de cambio organizativo

Estas cualidades las tenía y las sigue teniendo mi buen amigo Paco. Recuerdo una vez en la que, después de haber hecho un proceso de mejora continua en uno de los departamentos más importantes de su empresa, le propuse un cambio organizativo de calado que rompía con las formas de trabajar que en la empresa se habían mantenido desde hacía muchos años y que, por otra parte, lo habían consolidado como referente organizativo en el sector. Recuerdo la «bulla» y el «cachondeo» que despertó semejante propuesta, sin embargo, semanas más tarde, me mencionó que habían reconsiderado la propuesta y la iban a incorporar en la organización. El orgullo y la satisfacción que provocó en mí no tenían que ver con el sentirme halagado de haber podido ayudarle, sino por ver en él la enorme capacidad que tenía de replanteárselo todo, sin dolerle prendas en ello y sin por ello poner en cuestión su ego personal.

La resistencia al cambio en las organizaciones

En mi andadura como profesional en el ámbito de la consultoría me he encontrado en situaciones que se daban con alguna frecuencia en las empresas y que consistían en lo siguiente: la compañía atraviesa por un momento dificultoso y, después de hacer varios intentos para reconducir la situación, y de no haber tenido éxito en ellos, acude a un consultor para que le ayude a resolverla. El consultor en cuestión analiza la situación y ofrece un diagnóstico, así como un plan de acción. En bastantes ocasiones ha sucedido que el cliente lo ha aprobado para, a continuación, empezar a cuestionarlo simplemente porque entraba en conflicto con alguno de los principios sobre los que había pivotado hasta el momento. Me preguntaba yo desde mi ignorancia: «A ver, mi querido cliente, ¿has intentado solucionarlo y no lo has conseguido? ¿Has llamado a alguien que te ayude porque tú no has sido capaz de solventarlo? ¿Por qué no le apoyas si solo ha venido a ayudarte?». Las dos razones que justifican este tipo de comportamientos se fundamentan, en primer lugar, en lo que le pasó a Sócrates cuando demostró a cada uno de los sabios que no lo eran tanto y se ganó su enemistad porque puso en evidencia su ego ante los demás; y la segunda razón tiene que ver con la poca capacidad que tenemos de hacer cosas distintas a la que estamos acostumbrados, ya que nos obligan a salir de nuestra zona de confort, y en ella nos sentimos a gusto por muy dañina que esta sea. Eso mi amigo Paco sí que lo tenía: era capaz de cuestionarse cualquier cosa por dura y controvertida que fuese.

Una reconversión empresarial ejemplar

Recuerdo que a los pocos años de trabajar juntos estuvimos viviendo una época convulsa porque, al saberse «auxiliar» de la industria juguetera, su trabajo, y por tanto la viabilidad de su empresa, estaba sujeto al éxito que pudieran tener sus clientes con los modelos que lanzasen al mercado, y eso le suponía estar en una constante incertidumbre. No veía claro su futuro con estas perspectivas y estaba dispuesto a cuestionárselo. Hicimos un plan estratégico que constató la mencionada debilidad, pero también aportó un rayo de luz al vislumbrar otros sectores en donde la tecnología de fabricación que estaban utilizando podía brindar una alternativa de trabajo más estable y con más proyección de futuro.

Dicho y hecho: en breve espacio de tiempo reconvirtió su empresa buscando una nueva ubicación; una nueva maquinaria, para lo cual tuvo que viajar por medio mundo para ver cuál de las tecnologías que existían era la más adecuada para el tipo de producto que tenía en mente; aprendiendo a utilizarla; y empezando con la búsqueda del cliente adecuado que él deseaba. El resultado es que hoy no trabaja como auxiliar de otros sectores, sino que lo hace en simbiosis con ellos, resolviéndoles a través del Departamento de Ingeniería las necesidades que los clientes le plantean. Actualmente el 50 % de clientes que tiene pertenecen al sector industrial, lo cual es sinónimo de estabilidad y, con ello, de una consolidación del negocio más que aceptable.

La capacidad de reinventarse

Con ello, lo que quiero resaltar como cualidad de un buen empresario es la capacidad de reinventarse poniendo en cuestión todos y cada uno de los principios sobre los cuales se ha sustentado su negocio en los últimos años sin echar de menos glorias pasadas que, hoy en día, proporcionan escasos réditos económicos y de salud mental. Paco, como empresario, ha pasado por momentos muy duros, como fue una crisis económica que estuvo a punto de hacer desaparecer la empresa, sin embargo, consiguió revertir la situación, pudiendo salir de ella con una mezcla de determinación y optimismo emprendedor necesarios en todo buen empresario. No obstante, lejos de subírsele el éxito a la cabeza, es una persona que emana sencillez: es lo que ves. Posee el raro equilibrio entre reflexión y acción. Normalmente ambas características son excluyentes en el sentido de que a alguien que es muy reflexivo, le suele costar arrancar con las acciones, y viceversa, aunque en el caso de Paco, el equilibrio se da con mucha frecuencia.

Las cualidades personales como motor del liderazgo

Por otra parte, siendo lo anterior especialmente significativo, existen todavía dos características que hacen de su figura todo un ejemplo.

Pensarse y repensarse como líder

Hace ya años descubrí que lo que realmente hace progresar a las empresas, a las organizaciones, e incluso a las personas, es la capacidad de sus líderes y directivos de pensarse y repensarse a sí mismos, de cuestionarse su forma de hacer como manera de progresar, desarrollando con ello el «enseñar aprendiendo» en sus colaboradores.

Ser buena persona: un valor empresarial

Esta es una característica que, si no eres buena persona, es difícil de conseguir, pero Paco lo tiene: es buena persona.

La confianza: un pilar esencial en la relación profesional

Por último, y no menos esencial, es la confianza. Con Paco me la he encontrado en cualquier esquina de la relación que he mantenido y mantengo con él. Es una de las características que en contadas ocasiones he encontrado de una manera tan abierta y extensa en la relación con los clientes con los que he trabajado como consultor. Con Paco tengo una relación continuada en el tiempo de más de veinticinco años y sigue manifestándose de una forma clara y diáfana. Ese darse de una forma abierta, y además continuada en el tiempo, es otra de las peculiaridades de Paco, y debería ser casi obligatoria en el tejido empresarial.

Fco. (Quico) Blanes / Crecer Talento

 

 

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